domingo, 2 de febrero de 2014

Struggling with demons.- Luchando contra mis demonios.

Cómo venía contando en mi último post, reacomodarme se me está haciendo difícil. Esta semana incorporamos a una nueva integrante a la familia, una perrita de tan sólo dos meses. Una bolita de pelos, divina, juguetona. Hace rato quería tener una pero por cuestiones de tiempo y espacio no se daba. Surgió la oportunidad y sin pensarlo mucho, la trajimos a casa. El mayor motor fue el nene. Le gustan los animales y nos pareció una buena idea que crecieran juntos. Les juro que desbordé de felicidad al tenerla acá en casa. Es como el dibujo perfecto que hacemos cuando somos chicos: la casa, el marido, los hijos, el árbol y el perro. No les voy a negar que fue (y todavía sigue siéndolo) medio caótica la adaptación porque ambos son muy chiquitos. Además el gordo se puso bastante celoso al ver que alguien más se sumaba. Pero poco a poco, se van llevando y amo verlos jugar y ver como la perra se desespera al verlo para llenarlo de besos. Hasta acá todo maravilloso como lo que es porque no hay nada que esté mal!
Pero bueno, como viene pasando últimamente, pavadas de la vida, momentos sin relevancia me desorientan. Me encantaría poder poner en palabras cómo me siento en esos momentos. Es como si cayera en un agujero negro en el que todo se va derrumbando y no puedo ver la salida, ni nada bueno. Es como el hombre vestido de gris sosteniendo un paraguas con una lluvia que sólo le toca a él. Y pareciera que esa nube puta me siguiera a todas partes por más que este soleado. Es un sentimiento que invade. Y ese agujero está lleno de sensaciones espantosas: inseguridad, abandono, temor, desconfianza, paranoia. Y no puedo expresar lo que me pasa porque cuando lo pongo en palabras me doy cuenta de lo ridículos que suenan mis planteos. Porque me preocupo por cosas que nadie me pide que me preocupe, me hago cargo de cosas que nadie me pide que me haga cargo y me enojo porque me hago cargo. Yo sé que estos problemas vienen heredados. Ya los viví, ya los ví. Pero sin embargo, ahora que me atacan a mí, no los puedo manejar. Soy conciente de ellos pero ya dejó de ser suficiente. Porque desgasta, aburre, y no quiero que mi familia viva con estos demonios. NO quiero que sean un tema de conversación recurrente. No quiero que tomen un espacio relevante en mi vida. 
Hoy decidí que quiero hablar de esta lucha sólo en este blog. Hablar de estas luchas internas y mis conflictos maternales. Y espero que las alegrías empiezen a invadirlo para desplazarlos a un lugar en el que ya no existan más. Espero también sostener esta decisión y que no sea otro vano intento...

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